"¿A quien amo? Amo a quien amo, a quien amé, a quien amaré. Aquel a quien amo es una espiral en el tiempo, y esa espiral no tiene fin, ni yo, que la amo. Y cuanto quiero decirte es que sólo existe el amor."
La séptima noche
Alina Reyes.
Uno.
"Me abro..."
Esas fueron tus últimas palabras antes de cortar la conversación...
Durante un par de minutos me quedé mirando el icono rojo que indicaba que habías colgado. Luego, como este desaparecía... Finalmente como la luz de la pantalla se oscurecía...
Del mismo modo que en el telefóno, mi vida pasó del silencio, a la más completa de las oscuridades...
Te abrias ¿hacia donde? Tal vez a dejarte morir en paz y en ese silencio de las cosas que, no por buscado, dejabas de odiar... No sé, te abrías, en todo caso, para alejarte de mí, o para alejarme de tí, quizás, no sé... sólo sé que te abrías y, en el fondo, no pude dejar de sonreir. No podías decir "me voy", "hasta siempre", "ciao"... no, tenías que despdirte con un "me abro"... ¡esa es mi chica, Dios!, caracter hasta la última línea...
Valiente putada la de las palabras y la de los amables y heróicos ademanes...
En los siguientes minutos, fumé un par de cigarrillos. Luego, respondiendo a los hocicazos del peludo, lentamente me levanté, me puse la americana, cojí la correa, la amarré al collar del peludo, que ya estaba brincando, contento ante la perspectiva del paseo. Abrí la puerta, la cerré sin dar vuelta a la llave... ¿Para qué, pueden quitarme algo más que la alegría que tu acabas de llevarte?... Cuando el paseo se alargó más de lo habitual, tanto, que hasta el peludo, se volvía de tanto en tanto, para comprobar, para comprobar si debía seguir olisqueando, o regresábamos ya... cuando la monotonía de las fachadas de siempre, cedió a nuevas fachadas y ya había consumido varios cigarrillos sin enterarme, supe que, finalmente, la anestésia esta surtiendo efecto y ya estaba de vuelta al hogar de las cosas que hacen daño y dejan heridas... ya estaba de vuelta en casa...
Esa casa que esta toda hecha de frío y de escarcha, en cuyas paredes cuelgan los retratos de las miradas perdidas y lso rostros marchitos... Esa casa poblada de fantasmas con nombre propio y donde el único brillo de color y alegría, es un niño de 5 años, del que apenas hay recuerdo y que, con el paso de los años entre el frío de estas paredes, se parece a un holograma que esta alma mía se empeña en proyectar sobre la pared, para decir que sí, que hubo una vez, un lugar, y un momento, en que la risa habitó esta casa...
Así, completamente anestesiado, volví lentamente a estas cuatro frías paredes, las que de verdan me cobijan. El peludo está contento, casi dos horas corriendo, brincando, olisqueaando y dejando la marca de su orin por todas partes, no es para menos. Me acerca el morro para que lo acaricie... Sentado a la mesa, ante la pantalla muda del ordenador, fumo sin descanso, un cigarrillo tras otro... mirando la pantalla del movil... esperando el milagro de la lluvia sobre este secano de cuerpo mío... sabiendo, como sé, que no vas a llamar... Alargo, por instinto el brazo y paso mi palma abierta sobre la huesuda cabeza del peludo... y en ese tacto, va toda la calidez y todo el amor de que soy capaz... yo estoy vacío, otra vez... este cuerpo mío esta frío otra vez... pero eso son las cosas de los días de mi vida, de las que el peludo no tiene parte, ni culpa, ni gaita alguna...
- Estas contento hoy, eh, peludo...
Sus ojos satisfechos y su boca abierta de "arf... arf..." me dicen que sí, y eso esta bien... que al menos uno de los dos esté contento, esta bien...
Dejo de fumar. Me pongo el pijama. Apago las luces. Me meto en la cama y siento como el peludo salta y acomoda su cuerpo sobre mi pecho... su calor y el ligero peso de su cuerpo sobre mis costillas, son la única compañía en estos días de frío, por dentro y por fuera... a saber para cuantas noiches más será así... En la oscuridad alargo las manos para acariciar su cabeza... y así me dispongo a cerrar los ojos, una jornada más...
En cinco minutos de conversación telefónica, hoy, me enterado que te mueres, que el tiempo que te queda en prestamo, es menos tiempo del que yo mismo puedo imaginar para mí. En cinco minutos de conversación, hoy, he he sabido, por este orden, que soy el amor de tu vida, que te mueres y que te abres... y que me has hecho jurar que te olvidaría para siempre... y todo eso, he de masticarlo y comermelo ahora, como pueda, como sepa, como aprenda...
Que la anestesía esté funcionando ya es un milagro...
Así cerré los ojos esa primera noche del tiempo que no teníamos y no tendríamos, a menos que, de alguna forma, consiguiera encontrar una puerta, en alguna parte, para continuar adelante...